De una pesimista con Esperanza

viernes, 27 de enero de 2023

«Perded toda esperanza» era, según la Divina Comedia de Dante, el mensaje que recibía a los que entraban en el Infierno /Fresco con Dante sujetando un ejemplar de la Divina Comedia, junto a la ciudad de Florencia, el Infierno, y el monte del Purgatorio - Dominico de Michelino, Catedral de Florencia



Está de moda ser optimista: «sé positivo», «sé feliz», «sonríe y la fuerza estará contigo» … dicen a menudo. Basta ver a quién no le han dicho alguna vez que deje de ser un pesimista consumado cuando apenas está siendo un poco realista. Y si no me creen, pregúntenselo a la selección española de fútbol en el pasado mundial. Sin embargo, hace unos días cierta persona me cuestionaba: «Estamos cansados de los optimistas, ¿verdad?». Sin casi pensarlo contesté que sí. El caso es que así es: el optimismo es, en la mayoría de los casos, un autoengaño para no sentir de lleno la propia debilidad ante las malas noticias y los problemas que parecen no tener solución alguna.

Esta misma persona prosiguió: «la esperanza empieza cuando termina el optimismo». Pareciera como si el optimismo fuera tan solo un espejismo de lo que puede ser, mientras que la esperanza se convirtiera en la creencia confiada y la expectativa trabajada de que algo mejor sucederá. Y es que sólo puede esperarse lo que tiene alguna posibilidad de realizarse.

Llevo tiempo escuchando a la gente quejarse de la situación económica, de los políticos «que nos han tocado» o «que se han autoproclamado», de «la inseguridad en las calles», de «lo caro que está todo», de «lo perdida que está la juventud», de «la falta de educación de los niños» y lo fuertemente «enganchados que están a la pantalla, de cualquier naturaleza que ésta sea» y un largo etcétera de males y penurias. Algunas personas se manifiestan de forma optimista diciendo que estamos ante un cambio de era y que vendrá la tecnología a salvarnos a todos. Otros muchos, de forma totalmente pesimista, aseveran que estamos perdidos y que nos aproximamos sin remedio al naufragio universal del que ni Noé con su arca será capaz de rescatarnos.

La gente está cada vez más enferma, y no precisamente del Covid ni a consecuencia de otros virus o remedios, sino de falta de esperanza, como bien decía Martín Descalzo en su libro Razones para la Esperanza: «el mundo está agonizante de las ganas de vivir y luchar, del redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las gentes y en las cosas que nos rodean». Aseguraba que «el gran triunfo del mal consiste no tanto en habernos vuelto ciegos como en habernos puesto a todos unas gafas negras para que terminemos de creer que el mundo es mal y sólo en el mal puede revolcarse». Para corroborar lo anterior basta ver, por ejemplo, que según la OMS, el número de suicidios   en 2019 (sin pandemia) alcanzó los 700,000, lo que suponía un suicidio por cada cien muertes, superando en cifras a otras causas de mortalidad como el VIH, el paludismo o el cáncer de mama. En España, el suicidio constituyó la primera causa de muerte no natural en el año 2020, según la Fundación Española para la Prevención del Suicidio (FESME), produciendo 2,7 veces las muertes provocadas por accidentes de tráfico, 13,6 veces más que los homicidios y casi 90 veces más que la violencia de género. Otro ejemplo sería el reciente caso de Canadá, proponiendo la eutanasia para aquellas personas que se encuentren deprimidas o con problemas económicos. ¿Acaso ahora se subvenciona la muerte en lugar de la vida? ¿No será que el mundo ha perdido el sentido y por eso también la esperanza?

Hace falta mirar al cielo, aunque esté cargado de nubes, y ver nuevamente la luz; lo bueno que hay en cada uno y en los demás. Hace falta ver la vida con cierto humor y, como también decía Martín Descalzo, hace falta que «alguien nos limpie los ojos y nos ayude a confiar en nosotros mismos y en cuanto nos rodea». Me considero una pesimista que quiere dejarse vencer por la esperanza de que, uniendo fuerzas, trabajando hoy y confiando Dios, podremos salir de los problemas que nos aquejan en la actualidad – que no son pocos, siendo totalmente optimista.

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