Delincuente vocacional

viernes, 17 de febrero de 2023

Hembra de anas platyrhynchas / David Álvarez López (flickr)



Que nadie se alarme porque me voy a referir a mí mismo con la benévola aquiescencia de mis amables lectores, para que no se sorprendan si en cualquier momento resulto detenido y encerrado las 72 horas que prescribe la ley, antes de ser puesto a disposición judicial. Porque he decidido ser delincuente; y lo que es peor, no por necesidad sino por vocación. Lo que me lleva a ratificarme en la tesis que he defendido muchas veces de que no existen ni la moral, ni la verdad, ni la libertad universales y objetivas, sino sólo interpretaciones individuales de las mismas.

Pues bien, para que no quepa la menor duda, anuncio solemnemente que pienso saltarme a la torera toda la legislación expelida por el actual Gobierno del Reino de España que roce la ética o la historia, según los criterios que me transmita mi conciencia. Y para empezar por lo más facilito voy a buscar la manera de conculcar la reciente ley de Protección Animal, en la que no solo se dan más derechos a una rata de alcantarilla, con penas hasta de cárcel si le doy un escobazo, que a un bebé nonato de cuatro meses en el vientre materno, sino que además se fomenta la zoofilia. Digo yo si será para compensar con gallinas y cabras hispánicas las afiliaciones a la Seguridad Social, que decaen año a año por falta de trabajadores y cotizantes humanos.   

Lo que, cuando pienso en las pensiones que quizás no lleguen a recibir mis nietos, me anima a lanzarme a coquetear con las patas del estanque que tengo en el parque cerca de casa. Pero esta decisión que cualquier abuelo hará a partir de ahora para proteger a los suyos se topa con otra ley de este Gobierno que se lo pone dificilísimo. Me refiero a la ley del Solo cuac es cuac, que todavía no está aprobada y que es necesaria para garantizar que las anas platyrhynchas, que es la familia de patas que a mí me pone, me acepten como ligue zoofílico. Así que no me queda más remedio que intentar conquistarlas con mi innegable atractivo, importándome un pepino el delito en el que pudiera incurrir si ellas no me dan su consentimiento.

Mi decidida vocación a delinquir contra todas las leyes emanadas de la actual Moncloa no termina en los placeres del estanque, sino que haré lo posible por infringir todas las que pueda también en seco. No sé a cuántas me dará tiempo, porque son muchas y tan insuperablemente estúpidas, caóticas, inútiles y antinatura, que me voy a ver obligado a seleccionar sólo algunas. Y de paso renunciar a los 120 decretos leyes emitidos por Sánchez, record absoluto de todos los gobernantes de la democracia, imposibles de conculcar por falta de tiempo.

Puesto a escoger, me decanto por hacer todo lo posible para impedir que nadie querido por mí pueda llegar a acogerse a la actualísima ley Trans, que bate todas las marcas de indecencia, inutilidad y aberración posibles. Algo que solo mentes enfermas y drogadas hasta la punta del pelo pueden pretender publicar en el Boletín Oficial del Estado.

Que un Gobierno de un país de tradición e historia cristianas, miembro de la ONU, la OTAN, el FMI, la OSCE, la OMC, la OCDE, el GATT, etcétera…  y cuarta economía de la Unión Europea se atreva a legislar contra su propia Constitución y contra el sentir de la inmensa mayoría de sus ciudadanos, solo se puede explicar como consecuencia de alguna enfermedad mental colectiva. Y lo que es peor, este Gobierno ya nos ha demostrado que consigue que sus aberraciones sean ratificadas por una importante mayoría de diputados, que tendrán hijos, serán vecinos ejemplares y amarán al canario que tienen en el salón. Su argumento para convencerlos es bien sencillo: la poltrona, las prebendas por dar a un botón dos veces al mes, los sueldazos públicos, los tres meses de vacaciones al año, el coche oficial… Pero eso sí, ellos pueden libremente elegir: o eso, o trabajar cinco días a la semana en una empresa con un sueldo mileurista, dada su inexperiencia profesional, y un mes de vacaciones al año. Y claro…

Pues bien, contra todas las leyes aberrantes que esos representantes del pueblo son capaces de aprobar es contra las que yo me rebelo y me declaro delincuente vocacional.

ESCRITO POR:

Ignacio Despujol es Licenciado en Filosofía y Letras, y especialista en comunicación empresarial y marketing. Ha sido profesor en las Universidades Pontificia de Comillas-ICADE, Complutense, Autónoma de Madrid y CEU San Pablo, co-autor de «Comprender el Arte» (Biblioteca UNED) y autor de «La otra cara de la publicidad» (en preparación).