El aprendiz de brujo

lunes, 10 de abril de 2023

Ilustración del Aprendiz de Brujo, de Johann Wolfgang von Goethe / Ferdinand Barth, 1882. Wikimedia Commons



La figura quizás más indiscutible de las letras alemanas, Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), fue, entre otras cosas, un escritor de poemas incansable. Escribió más de tres mil, desde el que dedicó a sus abuelos para felicitarles el Año Nuevo de 1757, hasta el que escribió desde Weimar a sus amigos de Frankfurt cuando le felicitaban por sus 82 años en agosto de 1831.

En 1797, cuando ya era una figura consagrada, escribió una balada de título «Der Zauberlehrling», que se ha traducido como «El aprendiz de brujo». En ella habla ese «aprendiz», que cuenta cómo el viejo mago («Hexenmeister») le ha dejado solo y entonces decide ponerse a hacer magia. Para eso ordena que a una vieja escoba le salgan una cabeza y dos brazos para que coja un cubo, lo llene de agua y le prepare un baño. Pero la escoba no sólo le prepara el baño, sino que va llenando de agua todo lo que encuentra en la casa hasta provocar una inmensa inundación, que el aprendiz no puede parar porque ha olvidado las palabras mágicas para frenarla. Asustado, el aprendiz coge un hacha y parte a la escoba en dos, y el resultado es aún más catastrófico, porque los dos trozos se convierten en dos escobas nuevas que no paran de traer agua. Menos mal que, al final, el mago vuelve, salva al aprendiz y ordena a la escoba que se meta en un armario y que no salga sino cuando él se lo ordene.

Cien años más tarde, en 1897, el francés de origen judío Paul Dukas (1865-1935), que además de ser un gran compositor fue maestro de figuras como Darius Milhaud u Olivier Messiaen, escribió una pieza sinfónica basada en la balada de Goethe, con el nombre de «L’Apprenti sorcier». Esta obra fue, desde el primer momento, la más popular de las suyas. Pero la popularidad de que goza hoy se debe, sin duda, a la genial adaptación que hizo de ella Walt Disney para su película «Fantasía», con Mickey Mouse de aprendiz de brujo. Desde su estreno en 1940, «Fantasía» ha sido para muchos niños su primer contacto con la música clásica, y el número del ratón Mickey con la obra de Dukas uno de los que más, si no el que más, les gusta.

Así, gracias a la película de Walt Disney, son muchísimos los que conocen el argumento de la balada de Goethe, además de la también genial obra del compositor francés. Por tanto, cuando se habla de un aprendiz de brujo todo el mundo sabe de qué se está hablando.

En política los ha habido siempre. Son los que ponen en marcha una iniciativa, que a primera vista parece absurda o sorprendente, porque creen que, a corto plazo, les va a beneficiar, pero las consecuencias, a la larga, resultan nefastas para el interés de esos aprendices de brujo.

Un buen ejemplo podría ser François Mitterrand. En las elecciones presidenciales francesas de 1981 ganó por la mínima a la derecha, representada por Giscard d’Estaing; y, desde ese mismo momento, empezó a estudiar cómo podría dividir a esa derecha para no pasar tantos apuros en las siguientes, las de 1988. Como cuenta un libro que se publicó en 1994, «La main droite de Dieu. Enquête sur François Mitterrand et l´extrême droite», el líder socialista no dudó en ayudar, incluso económicamente, al Front National de Jean Marie Le Pen para conseguir lo que finalmente consiguió: que creciera de manera exponencial y, así, entorpeciera la unión de la derecha. Le Pen en 1981 había conseguido 44.000 votos en la primera vuelta, pero en 1988 llegó ya a los 4,37 millones. Entonces Mitterrand arrolló al pobre Chirac que se quedó a 8 puntos del socialista, o sea, que su brujería le salió muy bien. No habrá sido sólo por el empujón que el brujo Mitterrand le dio en aquellos años, pero algo habrá influido para que hoy el Rassemblement National, el sucesor lepenista del Front, sea la segunda fuerza política francesa y para que el Partido Socialista Francés haya desaparecido, devorado por los Insumisos, la marca gala de Podemos.

Otro aprendiz de brujo lo tuvimos en España con Arriola, el asesor eterno del PP, cuando en 2014 irrumpió Podemos para presentarse a las elecciones europeas. No puedo asegurar que desde el gobierno entonces de Rajoy se favoreciera expresamente a Iglesias y a su gente, pero sí que Arriola consideraba que Podemos beneficiaba en el fondo al PP porque dividía a la izquierda. Aquí la derecha ni siquiera pudo saborear, como sí hizo Mitterrand, un triunfo espectacular gracias a su brujería, y el resultado final es que aquel Podemos, que empezaba su andadura entonces, ha sido fundamental para los destrozos institucionales, ideológicos y políticos que está sufriendo España.

De esto me he acordado cuando he contemplado el lanzamiento de Yolanda Díaz como la gran esperanza blanca de la extrema izquierda. Una operación que el cerebro monclovita que la ha diseñado piensa que puede servir para que Sumar se meriende a Podemos; así la muleta que Sánchez necesita para ganar en noviembre será la dócil y sonriente Yolanda y no el antipático y adusto Pablo. Porque, a pesar de su filiación comunista sin matices y de su comprobada incapacidad profesional (abogada laboralista que no sabe qué es un ERTE), por esos misterios de la comunicación política, la ferrolana goza, según las encuestas, de más simpatía que el propio Sánchez. Y acordándome de Goethe, Dukas y Walt Disney, he pensado: ¿y si Yolanda acaba merendándose al mismo aprendiz de brujo que ahora la está lanzando al estrellato?

Tampoco sería tan sorprendente porque, si bien se mira, Yolanda ya fue un producto que se sacó de la manga Pablo Iglesias, que actuó como otro aprendiz de brujo, convencido de que la manejaría como marioneta. Y con una sonrisa esclerótica y unos modelitos de niña bien –¡qué cosas pasan en el comunismo bolivariano! – la marioneta se ha merendado al Mickey Mouse que creía que la iba a manejar.

Hoy puede parecer imposible que Yolanda sorpasse a Sánchez en diciembre, pero no está de más recordar que en las elecciones generales de 2015 la suma de los votos de Podemos y los restos de Izquierda Unida (6,1 millones) superó claramente a los del PSOE (5,5 millones) con Sánchez ya de líder máximo. Habrá que volver a ver «Fantasía».

ESCRITO POR:

Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.