El hijo. Las mejores intenciones

viernes, 31 de marzo de 2023

Hugh Jackman, Laura Dern y Zen McGrath en «El hijo», de Florian Zeller / Embankment Films, Film4 Productions




El hijo, de Florian Zeller
Estreno en España el 3 de marzo


Es una verdad universal que todos somos hijos. En un hogar con unos mínimos de normalidad garantizados, quien más quien menos suele llegar a este mundo amado por unos padres que se aman entre sí. De ellos recibimos la vida y la posibilidad de desarrollarla con cierta armonía.

De ahí que nuestra condición individual sea simultánea a la social, quintaesenciada en el mejor ecosistema humano posible: la familia natural. Después, lleva toda una vida practicar la teoría con solvencia.

Sin ser su argumento, estas y otras muchas claves vienen a conformar la sustancia de «El hijo». Unas están latentes y otras, son más explícitas. Pero todas son indagaciones más o menos profundas en el amor familiar, sea éste conyugal, paterno, materno, fraterno o filial.

A pesar de su juventud, el francés Florian Zeller ya es un veterano novelista y dramaturgo, hoy también reconvertido en director y guionista de hasta ahora sólo dos largometrajes: «El padre» y «El hijo».

Ambos son adaptaciones de sendas obras teatrales propias, a su vez pertenecientes a una trilogía integrada por «La madre», «El padre» y «El hijo», según el orden en que fueron estrenadas durante la década pasada. Cabe suponer que la tríada cinematográfica no tarde en completarse con la película correspondiente al personaje femenino. Las relaciones familiares componen la médula temática de las tres historias, cuyo complejo denominador común es la enfermedad mental de alguno de sus miembros, diferente aquélla en cada caso.

A pesar de su título, el personaje central de «El hijo» vuelve a ser el padre. Un hombre todavía joven, aunque ya inmerso en la madurez; reputado profesional demasiado centrado en sus tareas y, dentro de lo que cabe, persona bienintencionada. Sin embargo, las cualidades que él mismo tiene por sus propias fortalezas, son en realidad sus talones de Aquiles. Virtudes y vulnerabilidades son a su vez frutos de un cúmulo creciente de graves errores propios y ajenos que lo condicionan.

Este denso entramado personal está trenzado además con un entorno familiar, tanto o más complejo. Comprende intensas relaciones emocionales e intergeneracionales, que aglutinan la vida pasada, presente y futura del personaje principal —la breve aparición de su propio padre, es decisiva en este sentido—. Hasta que la difícil gestión de ambas realidades eclosiona durante la adolescencia de su primogénito…

El interés narrativo de «El hijo» está bien mantenido, aunque los recursos empleados sean más convencionales y menos brillantes que los de «El padre». Su eficacia tiene fundamentos firmes. Las actuaciones, quicio de la película, son subrayadas por la abundancia de primeros planos, por una elocuente paleta de colores fríos o por la banda sonora musical, que ilustra con precisión la gravedad de una historia, reveladora de otra verdad universal: las mejores intenciones pueden ser parte de una solución, nunca el remedio.

En definitiva, «El hijo» plantea tanto una cruda disección del amor en una familia, como una ponderación del amor mismo y su natural orden de prioridades. Es deducible de ello nuestra singularidad como individuos únicos e irrepetibles; como sociedad, en cambio ya somos interdependientes, desde la familia. En cualquier caso, ambas realidades están atravesadas por la misma verdad: la confianza en quienes pueden ayudarnos mejor, sean familiares o no.

ESCRITO POR:

Enamorado de las buenas historias, sean la del cine o las narradas en las películas que ve y los libros que lee. Sobre ellas piensa, habla y procura escribir en La Occidental y otras publicaciones. Es autor «John Ford en Innisfree: la homérica historia de 'El hombre tranquilo' (1933-1952)» y coautor de los libros Cine Pensado, entre otros.