jueves, 13 de octubre de 2022
Gerd Altmann / Pixabay
La escuela no es un parque de atracciones, por Gregorio Luri
Editorial Ariel, 18,90€, 386 págs.
«Hablamos el tiempo que haga falta. Después de todo, escoger el colegio para vuestros hijos es seguramente la decisión más importante que vayáis a tomar, después de elegir con quién casaros». Así nos respondió el director de uno de los colegios que visitamos mi mujer y yo cuando me disculpé por seguir haciendo preguntas después de hora y media de charla con él. Y creo que algo parecido habría dicho también Gregorio Luri (Azagra, Navarra, 1955) de haberse encontrado en el lugar de ese director. Porque en su libro «La escuela no es un parque de atracciones», Luri defiende el papel clave que, para la vida de una persona, tiene el conocimiento. Y que ese conocimiento, sobre todo en el caso de las personas con menos medios, se adquiere fundamentalmente en la escuela.
Luri, que ha sido maestro de primaria y secundaria y profesor en la Universidad, critica que la escuela haya olvidado que su función principal es la de lograr que el mayor número posible de alumnos reduzcan al máximo su ignorancia en el menor tiempo posible. Explica Luri cómo muchos colegios se han lanzado a adoptar metodologías innovadoras sin plantearse previamente en qué medida esas metodologías contribuyen realmente a aumentar los conocimientos de los alumnos. Y cita la introducción y uso masivo de ordenadores en las aulas como una de esas innovaciones.
Como el libro fue escrito antes del COVID-19, Luri no habla del efecto que tuvo en las escuelas. Pero muchos vemos que lo que fue una herramienta de gran ayuda para mitigar el daño que causaron a los alumnos los confinamientos impuestos por el gobierno durante la pandemia, se ha convertido ahora en el principal material escolar: en julio de 2020, mi antiguo colegio de Madrid anunciaba con satisfacción un acuerdo con Google para extender el uso del Chromebook, el ordenador con el sistema operativo de Google, a los alumnos de 8 a 10 años. «El Chromebook – decía la nota informativa – fomenta la creatividad [y] será también el soporte de los libros digitales que sustituirán a las ediciones en papel». En la primavera de 2022, la mayoría de los directores de los colegios que visitamos seguían hablando con orgullo de la omnipresencia de Chromebooks en las aulas. Tan sólo uno de ellos -el único privado, paradójicamente- limitaba el uso de pantallas por parte de los alumnos al aula de tecnología. Y sin embargo, según Luri, hay numerosos estudios que indican que el uso masivo de ordenadores en la escuela es perjudicial.
La Universidad de Helsinki, por ejemplo, cita la digitalización de la educación como un factor clave para explicar el empeoramiento de los resultados del estudio PISA en Finlandia, país cuyo modelo educativo fue referencia durante años. Otros estudios citados en el libro concluyen que los niños más expuestos a pantallas presentan «un lenguaje expresivo más pobre y peores resultados en pruebas […] como nombrar objetos rápidamente». También que la lectura sobre papel facilita la comprensión y ahorra distracciones, sobre todo para textos de más de 500 palabras. Y que los propios alumnos, cuando pueden elegir, prefieren un libro de papel. Y es que junto a la innegable utilidad de las herramientas digitales, la pandemia ha servido para hacer más visible el fenómeno de la fatiga digital.
Además de la digitalización de la educación, el libro de Luri examina muchos otros conceptos mencionados con frecuencia en el ámbito educativo, como la enseñanza por competencias, la importancia de la lectura comprensiva, los deberes, el «homeschooling», la creatividad, la interdisciplinariedad, el trabajo por proyectos, la perseverancia, la educación emocional, la disciplina, la atención… Y termina el libro caracterizando y haciendo una defensa de la instrucción directa -«explícita» en el libro- y con un currículum de contenidos coherente, acumulativo y bien seleccionado, como el método más eficaz para que la escuela cumpla su función. E insiste también en la necesidad de evaluar constantemente al alumno, al profesor y al centro, y ser transparente con los resultados. Son tantos los temas que toca el libro que desde luego puso a prueba mi comprensión lectora – ¿habré pasado yo también demasiado tiempo delante de las pantallas de pequeño?
«La escuela no es un parque de atracciones» es un buen análisis de la situación actual de la educación en gran parte de Occidente, pero tiene un gran problema: Parece tan certero que a los padres no parece quedarnos más solución que algo que seguramente Luri desaprobaría: «¿Y si instruimos a los niños en casa en lugar de llevarles a la escuela?».
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