La abadesa – Límites y fronteras

sábado, 6 de abril de 2024

Emma (Daniela Brown) en «La Abadesa»(2024) | Wanda Vision




La abadesa, de Antonio Chavarrías

En cines desde el 22 de marzo


Régine Pernoud fue una prestigiosa archivera, académica e historiadora francesa, distinguida como comendadora de las Artes y las Letras y oficial de la Orden Nacional de la Legión de Honor, entre otros honores de la République. Dedicó su larga y fecunda vida de medievalista a destacar, entre otros asuntos, la decisiva relevancia de mujeres de toda condición durante dicho periodo.

Suyos son imprescindibles libros como «Para acabar con la Edad Media», «La mujer en tiempos de las Cruzadas», «La mujer en el tiempo de las catedrales», «Hildegarda de Bingen: una conciencia inspirada del siglo XII», «Vida y muerte de Juana de Arco», «La Reina Blanca de Castilla», «Leonor de Aquitania», «Cristina de Pizan», etc.

Pernoud investigó, defendió y difundió la verdad sobre un medievo más luminoso que el promovido a partir de la Ilustración, que tanto denuesto extendió sobre esos siglos, sembrando una sombría leyenda, hoy asumida como indiscutible dogma secular.

Por motivos así, la tuve muy presente mientras veía «La abadesa». Fue inevitable preguntarme qué le habrían parecido la película, su rigor y grado de fiabilidad, la magnitud de sus posibles aciertos, errores o imprecisiones; el alcance de la verosimilitud -o inverosimilitud- de la mayor parte de los personajes y circunstancias desarrollados en el relato, la representación de fe y sacralidad, la música…

Si le habría gustado asimismo la recreación del siglo IX pirenaico, entonces un territorio fronterizo sacudido por la incertidumbre y la pugna entre cristianismo e islam. Así como la imagen ofrecida de la vida abacial, política, eclesial, étnico-religiosa… o, sobre todo, de las monjas y sus complejas historias y relaciones personales.

Pienso que Antonio Chavarrías, director, guionista y productor de «La abadesa», ha sabido sacar partido de unos medios modestos, ofreciendo un relato consistente, aun atravesado de elipsis. Un ejemplo: acontecimientos trascendentales relativos al contexto, ocurren fuera de campo, permanecen invisibles.

Hay noticia de enfrentamientos bélicos, disputas y modificaciones territoriales, de dificultades materiales, del mundo exterior a la abadía, recipiente a su vez de dichos problemas… Pero todo es revelado mediante diálogos y palabras, nunca representado en imágenes.

Justo como debió de ser entonces, cuando oralidad y juglaría difundían los hechos noticiables, sólo presenciados por testigos implicados o afectados -soldados, ejércitos, poblaciones de aldeas y burgos…-. Esto es valioso, porque denota o resulta en una voluntad de verosimilitud y fiabilidad histórica, de fidelidad a la realidad recreada.

Esa cierta estrechez contextual es compensada con un relato intimista, más concentrado en la vida intramuros que en la extramuros, de la que se saca mucho partido ambiental, atmosférico. El frío -la película fue rodada en un Pirineo oscense y leridano invernales-, el viento, el silencio… La luz cultual de las velas y la natural de los espacios interiores, filtrada por celosías, arcadas, ventanales o pórticos, que realzan la imponente belleza del castillo de Loarre -aquí, sede de la abadía-…

Núcleo de este devenir enmarcado es el asunto principal del filme: las mujeres, articulado en la variopinta comunidad de religiosas, una morisca y Emma de Barcelona, la abadesa: una joven de linaje nobiliario, encargada de tutelar la repoblación y cristianización de un territorio sin ley ni orden.

El personaje y su evolución ofrecen la faceta dramática más rica del filme -aun siendo limitada y objetable-, gracias sobre todo a la presencia e interpretación de Daniela Brown. Pero también una replicadora hermana, contraste quizá demasiado arquetípico por su afinidad a perspectivas contemporáneas, que reducen la credibilidad de un personaje del siglo IX.

La abadesa Emma fue una figura histórica de cuyo paso por esta vida apenas se sabe algo más que para deducir y conjeturar. Suelo abonado para licencias creativas, lindantes con un movedizo terreno de verosimilitud, anacronismo y lance novelesco.

Aun así, es alentador que en España se arriesgue proponiendo cine histórico algo menos lastrado por la gruesa brocha del convencionalismo, la ideología martilladora, el maniqueísmo extemporáneo.

ESCRITO POR:

Enamorado de las buenas historias, sean la del cine o las narradas en las películas que ve y los libros que lee. Sobre ellas piensa, habla y procura escribir en La Occidental y otras publicaciones. Es autor «John Ford en Innisfree: la homérica historia de 'El hombre tranquilo' (1933-1952)» y coautor de los libros Cine Pensado, entre otros.