martes, 29 de noviembre de 2022
Museo Estatal de la Historia de Rusia en Moscú / Juan Llanos (flickr)
El pasado viernes, «La Lectura», ese magnífico suplemento cultural y de ideas de «El Mundo» que lleva Maite Rico, publicaba una interesante entrevista con Orlando Figes.
El inglés Figes es, sin duda, uno de los historiadores occidentales que mejor conoce la historia y la cultura rusas de los últimos quinientos años, a las que ha dedicado algunas de sus monumentales obras, como «La revolución rusa: la tragedia de un pueblo (1891-1924)», la magistral «El baile de Natacha: Una historia cultural rusa» o «La Historia de Rusia», que acaba de aparecer.
«La Lectura» le entrevistaba para que, desde sus enciclopédicos conocimientos, analizara el actual conflicto de Ucrania a la luz de esa historia y esa cultura milenarias. No voy a glosar aquí las opiniones que expresa en la entrevista acerca del recelo histórico que tienen los rusos hacia Occidente y la conciencia de que deben defenderse de todo lo que venga de aquí. Me voy a quedar en su primera respuesta acerca de los mitos fundacionales sobre los que está construida Rusia; allí dice textualmente «los dictadores y los nacionalistas siempre recurren a la historia para concentrar sus ideales patrióticos».
Una afirmación rotunda con la que es muy difícil estar en desacuerdo. Y más si eres un español contemporáneo. La manera con la que los separatistas catalanes manipulan y cambian la Historia para justificar que son una vieja nación oprimida desde hace siglos por una potencia imperialista, que es España, es un ejemplo indiscutible de ello. Y lo mismo se puede decir de los secesionistas vascos; aunque, en ambos casos, la unión de sus regiones con el destino de todos los demás pueblos españoles haya sido constante desde que se puede hablar de Historia.
También es evidente que todos los dictadores han prestado siempre una atención especial a la Historia para justificar sus dictaduras. Llegan a manifestar que, si son dictadores, lo son porque han recibido, desde el más allá, el mandato de restaurar esa Historia, que según ellos algunos han traicionado.
Que dictadores y nacionalistas usan y manipulan la Historia para justificar sus políticas totalitarias es algo probado cumplidamente.
De esto, que está tan bien demostrado, debería concluirse, como cuando se llega al final de un silogismo impecable, que aquellos que imponen una interpretación única y obligatoria de la Historia para hacerla ley y eje de sus políticas son unos dictadores.
Y, sin embargo, en España, desde la Ley de Memoria Histórica del nefasto Zapatero hasta la de Memoria Democrática del no menos nefasto Sánchez, estamos viviendo en un régimen, lo llamo así porque ya lo es, en el que una interpretación de la Historia, más o menos hábilmente manipulada, se está usando para justificar todas las políticas y, por supuesto, todas las leyes y disposiciones que se toman desde el Gobierno.
Si los fusibles que deben defendernos de cualquier deriva dictatorial y totalitaria hubieran funcionado, según nos señala Figes, deberían haber provocado una reacción ciudadana inmediata, que no se ha dado y que está por ver si se dará en las próximas elecciones.
Y eso que no es sólo la manipulación de la Historia por parte del gobierno Frankenstein la que nos avisa de que estamos metidos de lleno en una deriva dictatorial, sino que son constantes los ataques que Sánchez dirige a los fundamentos de una democracia liberal y abierta, como debería ser la nuestra: asalto a la división de poderes, ocupación partidista de todas las instituciones del Estado (un buen ejemplo, del que casi no se ha hablado, es el nombramiento de Magdalena Valerio como Presidenta del Consejo de Estado), o incesantes trabajos legislativos para allanar, sin complejos, el camino a los secesionistas.
Es lo que hay, pero Figes, desde el olimpo de su sabiduría de historiador inglés, nos lo ha dicho bien claro.
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