Los presento con humorismo, pero son aborrecibles.
El primero, soberbia: «“¡Cómo! —le dije a Macías—, ¿aún no has leído de Homero las egregias poesías?”. Y me contestó altanero: “¿Leyó él acaso las mías?”». El segundo, avaricia: «Enfermo está el avaro don [Vicente, y morir no le aflige ni intimida: el dar el alma a Dios es lo que siente; es lo primero que dará en su vida». El tercero, lujuria: «Juana me dio una pisada, y yo juzgué que era acaso; diome otra, no tan paso, tampoco la dije nada. Íbame a dar la tercera, yo la dije: “Tente, Juana, que si yo tuviera gana bastaba con la primera”». El cuarto, ira: «Riñeron dos andaluces, y dijo al otro el más guapo: “Vive Dios, que si te cojo y te tiro por lo alto, cuando vuelvas a caer sentirás más que el porrazo el hambre que has de pasar en un camino tan largo”». El quinto, gula: «“¿Qué lengua gusta a usted más —preguntó a un quídam Pruneda—: la italiana, la española, la alemana o la francesa?”. Y a fuer de glotón el quídam respondió: “¡La de ternera!”». El sexto, envidia: «Un envidioso murió, pero en su nicho, despierto, el saber que estaba muerto no fue lo que más sintió. Tampoco, si mal no arguyo, fue su agujero mezquino, sino el ver que el del vecino era más ancho que el suyo». El séptimo, pereza: «¡Esta atmósfera me abruma! Y aunque el afán me consuma, es inútil. En verano, en cuanto cojo la pluma se me cae de la mano. Empiezo una poesía; pero con esta apatía bostezo apenas la empiezo, y entre bostezo y bostezo se me va pasando el día».
Por buscarlos y disponerlos, Jorge Schoendorff Ortega
Versos seleccionados de Juan Martínez Villergas, Manuel del Palacio, José Iglesias de la Casa, Francisco Gregorio de Salas, Liborio C. Porset, Ventura Ruiz Aguilera y Vital Aza, respectivamente.
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