Outer banks. Todos los tópicos en una serie

miércoles, 12 de abril de 2023

Fotograma de la serie Outer Banks / Rock Fish, Red Canoe Productions




Outer banks, de Josh Pate, Jonas Pate y Shannon Burke

Netflix. 3 temporadas


Esta es la clásica serie de niños guapos en estándar americano. De ricos contra pobres, de veraneantes contra locales. De aventureros contra acomodados. Nada que los de mi quinta no hayamos visto y soñado antes. No es Beverly Hills, 90210, ni son Los Goonies; tal vez sea un mezcla casi perfecta entre la aventura, el descubrimiento y el drama de la vida que traspasan los adolescentes; ese ir a contra corriente de todo el orden establecido: los padres, la escuela, servicios sociales, la policía, romper las reglas o estirar tanto la paciencia de los adultos que los acaban desquiciando.

En un pueblo costero de Carolina del Norte, Outer Banks, frecuentado por veraneantes pudientes, llamados kooks, que manejan todo tipo de lanchas motoras y barcos de recreo maravillosos, viven los pogues, los residentes, que tienen que soportar cada verano a sus visitantes, de los que también dependen para sacar adelante sus negocios. John B, un joven pogue, se entera que su padre ha desaparecido y sus amigos se convierten de inmediato en esa tribu que le apoya y le ayuda a buscarlo incondicionalmente. No sigo, que entonces la destripo.

A los jóvenes en la edad les engancha porque la aventura que viven es realmente apasionante; buscar al padre, un tesoro centenario, protagonistas guapos que lidian con los mismos problemas, esos propios de la adolescencia: aceptación del grupo, primer amor, primeras borracheras, drogas, deporte, primeras relaciones, el hacer lo correcto, el dejarse llevar por la euforia o la ira, la amistad por encima de todo…

No sé si tuvisteis tribu. Ese grupo de amigos por el que te cortarías una mano. Yo tuve una. Éramos cinco. Todas chicas. No buscábamos tesoros, pero me hubiera ido con ellas al fin del mundo. Nos pasábamos las noches de verano mirando al cielo contando historias. Soñando vivir otras vidas. Tal vez me gusta tanto porque me recuerda que una vez la que quería saltarse las normas era yo, que estuve ahí y fui muy feliz.

Espero ese momento de la noche en el que enciendo la televisión y me evado —nos evadimos, que al señor que duerme a mi lado también le gusta— me meto en el mundo de Outer Banks, lleno de clichés, de estereotipos y me zambullo encantada esperando la siguiente aventura, el siguiente giro. Sin pensarlo mucho me dejo llevar y desconecto. No le pido más a una serie así, tal vez lo mejor de todo sea que los adolescentes de la casa también siguen la trama y los temas dan pie a conversaciones de sobremesa de fin de semana.

Esta serie puede resultar exagerada, pero si alguna vez habéis pasado un verano en algún pueblo americano de la costa, de esos de casitas y jardines delanteros, reconoceréis que los americanos son así. Exagerados. Todos tienen coches inmensos, casas inmensas, calles inmensas y saben manejar todo tipo de cacharros y vehículos que yo no sabría, porque soy de secano, supongo.

Recuerdo mi primera noche en Estados Unidos. Había ido con mi hermana de intercambio a Long Island —estado de Nueva York—. Después de las presentaciones en el aeropuerto JFK, llegamos a la casa. En un pueblo de la costa. Cenamos con los padres de las niñas que habían estado con nosotras en Madrid, dejamos las maletas en nuestro dormitorio y salimos con las niñas a conocer a sus amigos al centro comercial, a tan sólo una manzana de casa. Nos estábamos haciendo al grupo cuando algo pasó. Salieron miles de adolescentes de nuestra edad corriendo despavoridos por todas las calles del pueblo; unos a pie, otros en sus bicicletas. Se oían las sirenas de la policía, las de la ambulancia y un helicóptero que buscaba con un foco gigante desde las alturas. ¡Menuda primera noche! Al parecer, nos enteramos después, en una pelea uno había apuñalado a otro. Y todo ese revuelo se formó en cinco o diez minutos. «Las películas reflejan bastante bien la realidad», pensé . Bajo ningún motivo podía contarles eso a mis padres, se pensarían que estábamos en peligro o en una urbanización peligrosa. Y por la noche, ya en la cama, lo escribí en mi diario.

Mis padres por fin se enteran, leyendo estas líneas, de lo que nos pasó esa primera noche en el estado de Nueva York, mi noche de película. Muy de Outer Banks.

ESCRITO POR:

Periodista española afincada en Alemania, escribe sobre tendencias y estilo de vida.