sábado, 6 de abril de 2024
Concepción Cascajosa, militante del PSOE y presidenta interina de RTVE | RTVE
Acabamos de presenciar un esperpéntico vodevil en Televisión Espantosa (nunca un lapsus freudiano, en este caso de la decadente Rosa María Mateo, ha sido más expresivo). Parece que La Moncloa, sede del autócrata que lleva mal que aún quede alguna Institución del Estado que no esté completamente a sus órdenes, está molesta con el éxito de Pablo Motos y su “Hormiguero”, que acapara audiencia a una hora en la que mucha gente ve la tele y que, por lo visto, es relativamente crítico con el susodicho autócrata. Para contrarrestar a Motos, a los órganos moclovitas no se les ha ocurrido otra cosa que ordenar a Televisión Española que fiche a un tal David Broncano que, también por lo visto, es un cómico de éxito y, evidentemente, seguidor de Sánchez. Pero los restos de cierta independencia que deben de quedar allí han hecho que esa maniobra no haya podido salir a la primera. Y se ha producido una crisis que se ha saldado con el nombramiento de una militante socialista, de estricta obediencia, claro, para el cargo de presidenta del Consejo de Administración de RTVE.
El esperpéntico vodevil me ha hecho recordar cómo el franquismo también quería tener amarrados los medios de comunicación. Entonces en cada provincia había un periódico diario que era el órgano oficial del Movimiento. Y cuenta la leyenda que una vez el recién nombrado Gobernador Civil de una provincia, que también era automáticamente Jefe Provincial del Movimiento, fue a visitar la redacción del periódico correspondiente para ver cómo funcionaba. Se entrevistó con el director, que, lógicamente, era un hombre del Régimen, y al que ingenuamente le preguntó «¿cuántos ejemplares se tiran?». Y el director, sin complejos, le contestó «tirar, tirar, los tiramos todos».
Aquel director con su respuesta, que nos hace sonreír, reconocía dos cosas: que lo que ellos publicaban no valía nada y que la gente lo despreciaba.
No valía nada porque carecía de la mínima independencia para criticar siquiera un poco lo que pasaba en la provincia, en España y en el mundo porque era el órgano del poder. Y un medio de comunicación que no es crítico con el poder no sólo es inservible, sino despreciable.
Y la gente lo despreciaba porque, aunque los ciudadanos entonces no tenían libertad para expresarse, sí la tenían para no comprar ese periódico que era, simplemente, un aparato de propaganda del régimen.
Cuando llegó la democracia una de las primeras cosas que hubo que hacer fue terminar con toda la prensa del Movimiento o bien cerrando sus periódicos o, en los pocos casos en que esos periódicos tenían un cierto prestigio (por ejemplo, el «Marca» como periódico deportivo), privatizándolos. Sería incomprensible e intolerable que en una democracia como Dios manda hubiera una red de periódicos del Estado al servicio de los políticos de turno para publicar sólo lo que esos políticos quieran que se publique.
Eso se hizo con los periódicos y con las radios -porque también había radios del Movimiento- y los ciudadanos agradecieron que dejara de emplearse su dinero en simple propaganda del Gobierno.
Pero, ¡ah amigo!, también estaba la televisión, que era estatal y, como tal, dependiente del Gobierno. Y aquí los políticos de la Transición y los que han venido después hasta hoy han sido incapaces de actuar como lo habían hecho con radios y periódicos. Porque siempre han creído que renunciar a la tele es renunciar al aparato de propaganda más potente y eficaz que existe. Y en esa resistencia a acabar con la televisión estatal, dependiente del gobierno de turno, han estado todos, las derechas y las izquierdas, el PSOE, que ha gobernado más tiempo, pero también el PP.
Más aún, al irse desarrollando el Estado Autonómico, ninguna Comunidad ha renunciado a tener su tele, que, en todos los casos, se ha convertido en un órgano descarado de propaganda del gobierno autonómico y, en algunos, como en Cataluña, aún más. De manera que hoy tenemos en España una situación mediática que se parece mucho a la del franquismo, pero que, a diferencia de aquella, no suscita ni chistes ni chascarrillos porque todo el establishment está encantado con lo que hay. Los que dominan las teles porque las dominan y los que no las dominan porque piensan que alguna vez las dominarán.
Para disimular ese parecido con el franquismo se echa mano de una palabra y de un modelo. La palabra es independencia y el modelo es la BBC, que tiene fama de ser una empresa de comunicación ejemplarmente imparcial.
Sobre la independencia de las teles oficiales españoles no hay nada que hablar: es inexistente por mucho que intenten disimularlo. Y el último incidente en RTVE es una buena muestra de la absoluta dependencia del poder. Que, además y en este caso, en el que todo se ha concentrado en un autócrata con ambiciones de caudillo, ya no disimula nadie.
Y sobre la imparcialidad de la BBC habría muchísimo que hablar porque hace ya mucho que la línea editorial es inequívocamente progre sin mezcla de liberalismo ni de conservadurismo alguno.
Para acabar con ese último vestigio del franquismo que queda en España, que son las teles públicas, sería imprescindible la privatización inmediata de todas ellas. Lo que, aparte de ser un paso muy positivo a la hora de defender la libertad de expresión y de opinión en igualdad de condiciones para todos, supondría un considerable ahorro para las arcas públicas. Y no hay más que ver las cuentas de RTVE para comprobarlo.
Que las teles oficiales dependen directamente del poder está fuera de toda duda, pero otro día habrá que analizar las maniobras del poder político a la hora de controlar y someter a los medios y televisiones que no son oficiales pero cuya independencia acaba siendo muy relativa.
Por último, pero muy importante, ¿no les da vergüenza a los profesionales que trabajan y cobran de las teles públicas deber su puesto al capricho y la voluntad de los políticos de turno por mucho que lo disfracen de capacidad profesional?
ESCRITO POR:
Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.
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