domingo, 11 de febrero de 2024
Leonie Benesch en «Sala de profesores» (2023) | Alamode Film
Soy hijo, hermano y primo de profesores vocacionales y, aunque insignificante, yo mismo acumulo ciertas horas de vuelo para osar considerarme parte infinitesimal del gremio.
Por esos motivos y porque me encanta la aventura de conocer, aprender y enseñar, para mí son magnéticas esas películas en que el arte educativo es esencial: «Adiós, Mr. Chips» ―la de 1939―, «El pequeño salvaje», «El milagro de Anna Sullivan», «Matar un ruiseñor», «El club de los poetas muertos», «El indomable Will Hunting», «Hoy empieza todo», «El camino a casa», «La clase», «Profesor Lazhar», «Primeras soledades»…
Ya figura entre ellas «Sala de profesores», un fresco viviente muy recomendable para docentes y educadores. Acaba de recibir cinco premios de la academia alemana del cine ―mejor película, director, actriz, guion y montaje― y opta además al Oscar a la mejor película extranjera ―o hablada en lengua no inglesa, según el eufemismo oficial―. Su director es Ilker Çatak que, junto a Fatih Akin, forma la dupla de principales cineastas germano-turcos.
El aspecto de «Sala de profesores» es diáfano, como el rostro de Leonie Benesch, su estupenda protagonista. Aulas, vestíbulos, pabellones, despachos, sala de profesores… las propias caras, aparecen nítidos, fotografiados sin filtros demasiado transformadores de sus presencias. Una estética respetuosa con cuerpos, espacios, texturas y colores, que en sí misma es reveladora expresión del tono elegido para narrar la historia: a cara descubierta.
La película plantea un caso práctico sobre una posibilidad verosímil en ese hervidero de vibrante cotidianidad que es cualquier centro de enseñanza secundaria. Es inevitable pensar y opinar ante «Sala de profesores» porque la propia naturaleza del filme está determinada por su finalidad: suscitar un debate serio en torno a la resolución de un conflicto humano en el que, excepto el personal de mantenimiento, cocina y limpieza, se ve involucrada toda la comunidad educativa ―dirección, jefatura de estudios, alumnos, padres, administración y docentes―.
La búsqueda de un remedio solvente al torrente de despropósitos sirve a su vez para exponer diversas perspectivas pedagógicas, adaptadas al ejercicio de la autoridad, la aplicación de disciplina y justicia, la dilucidación de la verdad, etc.
Polifacética película, pues, que aborda asuntos de interés común siempre candentes, por cuanto atañen a aspectos nucleares: condición humana, deontología y relaciones profesionales, formación y protección de menores, racismo, libertad, respeto, cumplimiento de la ley o virtudes como sinceridad, honradez, integridad, rectitud, discreción, prudencia, intuición… Siendo detonante del relato el latrocinio de grados diversos y según su evolución, en última instancia cabe considerar los desintegradores efectos personales y sociales de todo hurto.
Esa multiplicidad de versiones y puntos de vista, asemeja «Sala de profesores» al reciente drama judicial, «Anatomía de una caída». Como ejercicios de pretendida asepsia, ambos filmes despliegan un amplio espectro testifical, carente de respuestas explícitas y soluciones concluyentes, que el espectador ha de buscar por sí solo, deduciendo, razonando, implicándose como activa parte integrante de la película.
La unidad de lugar también es clave, con el instituto como única ubicación del relato. Faltan más afirmaciones o alusiones deducibles de los diálogos o del discurso interno del filme, a un motivo esencial para entender el comportamiento de los alumnos ―en particular, de los más desafiantes, cuya actuación amenaza con rebasar los límites del colegio―: más que la familiar, la ideologizada sociedad mediática es hoy más comunicante con el microcosmos escolar, al tiempo que principal espejo conductual de muchos adolescentes, cada vez más agresivos, ignorantes y vulnerables.
Es reprochable una perspectiva social quizá demasiado degradada, que impide la presencia de modelos y referentes humanos, siempre necesarios. La sucesión de torpezas y graves errores es de hecho común a adultos y adolescentes, sin que ni siquiera las bienintencionadas actitudes conciliadoras ofrezcan alternativas resolutivas.
En todo caso, «Sala de profesores» es película ejemplar como referencial foro de controversia, que amplifica un toque de atención permanente. Por cierto, extraordinarias las miniaturas musicales de Marvin Miller.
ESCRITO POR:
Enamorado de las buenas historias, sean la del cine o las narradas en las películas que ve y los libros que lee. Sobre ellas piensa, habla y procura escribir en La Occidental y otras publicaciones. Es autor «John Ford en Innisfree: la homérica historia de 'El hombre tranquilo' (1933-1952)» y coautor de los libros Cine Pensado, entre otros.
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