miércoles, 15 de marzo de 2023
Andrea Riseborough, Leslie, nominada al Oscar por su actuación en «To Leslie» / Monumentum Pictures
To Leslie, de Michael Morris
En cines en España desde el 3 de marzo
Quizá demuestre mi ignorancia sideral -sin esfuerzo, por supuesto- diciendo lo siguiente: dudo que la denominación «alcohólicos anónimos» sea la más adecuada para designar a personas que pelean por erradicar su grave adicción. El anonimato es la antítesis de la condición humana, siempre personal. Por eso la ausencia de identidad no hace justicia a esas personas; sí en cambio las historias particulares que, por tormentosas que sean, sus propios nombres entrañan. El alcoholismo nunca es un problema genérico. Siempre tiene rasgos propios, más allá de sus causas o sus devastadores efectos. Por eso no hay tanto alcoholismo, cuanto alcohólicos.
Hace años que Leslie ganó un dineral en la lotería. Lo celebró, apareció en la televisión, todos lo supieron en su pueblo de Texas… Pero malbarató su fortuna sin concederse tiempo para pensar qué hacer con ella, como si la euforia nunca terminara. Leslie perdió la cabeza con su espejismo, ebria de dinero y, muy pronto, de alcohol. Años después, ella y sus familiares y amigos padecen las consecuencias de sus errores…
Hay muchas buenas películas sobre la adicción etílica: «Días sin huella», «Días de vino y rosas», «Leaving Las Vegas», «Otra ronda» … La historia con cierto sabor parabólico de «To Leslie», es otro eslabón de una larga cadena de relatos tormentosos con finales variados.
Mantiene el tipo, dentro de su modestia y por diversos motivos. El principal, el trabajo interpretativo de su protagonista, candidata al Oscar a la mejor actriz, cuyo personaje aglutina todas las miradas y atenciones, empezando por la de Michael Morris, director del filme. Otro es la magnitud humanística de la historia, apuntalada por un decisivo personaje secundario. Otro, la insustituible consistencia de la familia natural, tarde o temprano presente en las duras y en las maduras. Otro, los primeros planos de los rostros.
El primer plano es uno de los recursos fílmicos que con más eficacia diferencian el cine del teatro. Bien supo demostrarlo el director dramático y cineasta sueco Ingmar Bergman, por poner un ejemplo modélico de esta cuestión.
Como seña de identidad cinematográfica, el primer plano es crucial en «To Leslie». Si el trabajo de sus actores es bueno, la intimidad más honda llega a ser visible por medio de ese acercamiento físico o técnico -por zum- realizado con la cámara, que llena el encuadre y la pantalla.
Consciente de ello, Michael Morris ha volcado la atención sobre los rostros, revelando así los dramas a través de las anatomías. Esta decisión creativa recuerda -con la sabiduría popular- que todas las caras son siempre espejos del alma, a través de los cuales afloran los laberintos interiores.
Aunque «To Leslie» también contenga planos generales -en especial, los que muestran a la comunidad-, el primer plano es el recurso privilegiado en un relato de personajes. Ojos, labios, surcos… toda la topografía facial es un muestrario de singularidades personales. Los rostros, aislados de su entorno en estos planos, dejan patente la soledad, esencia de este y de tantos dramas. Morris acierta en el centro de la diana, manteniendo ante todo la identidad y la dignidad personal, en este paisaje de carne y hueso. Porque hay alcohólicos, no alcoholismo.
ESCRITO POR:
Enamorado de las buenas historias, sean la del cine o las narradas en las películas que ve y los libros que lee. Sobre ellas piensa, habla y procura escribir en La Occidental y otras publicaciones. Es autor «John Ford en Innisfree: la homérica historia de 'El hombre tranquilo' (1933-1952)» y coautor de los libros Cine Pensado, entre otros.
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